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LAS PERSONAS LGBTQ+ CON DISCAPACIDAD SE ENFRENTAN A UNA DISCRIMINACIÓN MÚLTIPLE

  • By: Inclusión
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Con información de Manuel J. Ruiz Berdejo López, Servicio de información sobre discapacidad, Universidad de Salamanca, España.

 

 «Me molesta mucho que la gente piense que soy asexuado», dice Arturo Góngora. Con esta afirmación hace frente a una creencia generalizada y falsa: que las personas con discapacidad no tienen derecho a disfrutar de su sexualidad. Si a esto le añadimos que Arturo es gay, la discriminación que sufre se multiplica.

 

Una protesta que se evidencia en el Día Internacional del Orgullo LGBT, que se celebra cada 28 de junio. «A la discriminación que existe con la discapacidad en general, a veces se une una doble discriminación por ser LGTB, o una triple por tener pluma, movilidad reducida, ser gordo… Porque parece que solo existe la atracción hacia determinados cuerpos muy estereotipados», explica. «En las personas con discapacidad ha habido una tendencia a la infantilización, a privarnos de nuestra sexualidad, de nuestros deseos como hombres y mujeres que somos.

 

Eso pervierte nuestra libertad a la hora de manifestar nuestra expresión de género, nuestra orientación y nuestra identidad sexual», indica el delegado para los Derechos Humanos del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), Jesús Martín. Coincide Estafanía Sancho, que tiene discapacidad intelectual, es lesbiana y trabaja como administrativa en Zaragoza: «La sociedad piensa que por ser persona con discapacidad, y más todavía si es intelectual, todos tenemos que ser iguales.

 

Cuando le dices a la gente tus gustos les cuesta comprender, porque siguen pensando que las familias tienen que estar encima de nosotras y que la sociedad nos tiene que dejar de lado, y no es así». La sexualidad de las personas con discapacidad «está ya en la agenda»

 

El sexólogo de la Asociación Sexualidad y Discapacidad y asesor de Plena Inclusión Carlos de la Cruz considera que la sexualidad de las personas con discapacidad «está ya en la agenda». Destaca, eso sí, que «es el momento de pasar del tabú a la tarea». Y se marca cuatro ejes de trabajo básico: acabar con el silencio alrededor de la sexualidad de las personas con discapacidad; favorecer la intimidad, cuando «muchas veces se ha primado la protección»; ofrecer tanta autonomía como sea posible, evitando la sobreprotección; y el acceso al cuerpo.

 

Y esto, teniendo en cuenta las dobles discriminaciones, como ser mujer o LGTBI, por ejemplo. «Si yo no veo la sexualidad desde el punto de vista heterosexual, como para ver la homosexual. Y ahí es donde se producen las discriminaciones, a veces dobles o triples», indica De la Cruz. «Ahora que hablamos de legitimar sexualidades, no se nos puede olvidar que dentro del colectivo de personas con discapacidad existe un porcentaje de personas LGTB que necesita expresar su sexualidad igual que el resto», destaca. «Se empieza a hablar», resalta Arturo, «pero muy por encima y de una forma muy heteronormativa.

 

Solo se normaliza el autoerotismo, la masturbación y la sexualidad contigo mismo, que está muy bien, pero también hay que relacionarse con otra gente». «Se prioriza la discapacidad» Para superar este escollo, el sexólogo reivindica una «doble tarea de trabajo con las familias y los profesionales» que pase por «hacerles ver que todas las personas tienen sexualidad y que, dentro de eso, es tan plural como en el resto de la sociedad.

 

Si es un error presuponer la heterosexualidad en un instituto, también lo es hacerlo en un centro de personas con discapacidad». «Hay familias que no apoyan, no comprenden que su hija sea una mujer lesbiana», apunta Estefanía. «Los colegios tampoco están acostumbrados a tener personas con discapacidad, porque no están adaptados y no podemos ser nosotras mismas», añade.

 

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